
Quién no ha soñado con ser su propio jefe. Ese sueño lo experimentaron los cubanos Omar Fernández y Raúl González cuando decidieron aventurarse y vender una panadería para invertir en una franquicia.
“Nosotros empezamos en esto limpiando. Mi esposa y yo, y Raúl y su esposa limpiamos muchas oficinas cuando comenzamos”, dijo Fernández, quien junto a González, su primo, son dueños de Anago Cleaning Systems en el área de la Bahía de Tampa.
La franquicia que adquirieron fue una Master Franchise (franquicia maestra) a través de la cual pueden “vender, entrenar y apoyar a otros propietarios de la franquicia en una región designada, según la página de Internet de Anago.
De acuerdo con Fernández, ellos conocieron la compañía en 1994 y fueron consiguiendo más y más contratos de limpieza. Antes, él había sido piloto en la Fuerza Aérea, de 1982 a 1992 y, tras retirarse, quería algo propio.
“Con el tiempo empleamos a alguien para que nos ayudara y después tuvimos que emplear a tantas personas, que no podíamos ir a todas las cuentas todas las noches. Llegó un momento en que visitábamos cuentas en el día”, dijo Fernández, de 50 años. Él explicó que la mayoría del trabajo de limpieza comercial se efectúa de noche, pues son cuentas de bancos, oficinas y departamentos de policía.
La franquicia que hizo a Fernández y González abandonar el negocio de la panadería, gracias al cual aprendieron servicio al cliente, es una compañía fundada en 1989 y que decidió expandirse a nivel nacional años más tarde.
Según un comunicado, Anago Cleaning Systems es un sistema de franquicia de limpieza comercial que cuenta con más de 30 franquicias maestras y 2,200 franquiciados individuales en la nación.
“Anago fue clasificada como la quinta franquicia de más rápido crecimiento por la revista Entrepreneur en el 2010 y 2011”, dice el comunicado.
“Cuando conocimos Anago, hicimos negocios con ellos. Éramos hasta hace poco la franquicia más grande que tenía esa oficina”, afirmó Fernández, quien vive en Miami y viaja una vez al mes a supervisar las operaciones en Clearwater. CENTRO Tampa se reunió con él en su más reciente visita a la región.
Fernández contó que su primo y socio también viaja una vez al mes al área. Pero al principio, cuando se establecieron en Tampa, Fernández vivió en el área tres años hasta que consiguió quién le administrara la franquicia, pues tienen oficinas en Fort Myers también.
El empresario explicó en qué consiste el negocio de la franquicia de limpieza:“Básicamente se le venden contratos a nuestros franquicieros… Lo que hacemos es que a los individuos que les interesa tener una compañía de limpieza se les venden los contratos. Nosotros somos básicamente como brokers (especie de intermediario o agente negociador). Tenemos un edifico y se lo entregamos a nuestros franchisers”, dijo Fernández.
Ellos tienen dos clientes; el que busca el servicio y el que compra la franquicia.
“Nosotros no somos los que vamos a limpiar, pero sí entrenamos a los que compran la franquicia. Normalmente entrenamos sobre cómo limpiar, cómo administrar su negocio y buscamos las cuentas”, agregó.
El entrenamiento es de un par de semanas y se le entrega la primera cuenta al nuevo dueño de franquicia al mes, aproximadamente, dependiendo del valor de la franquicia que compró y la cantidad de negocios que va a atender.
“No estás comprando algo establecido, nosotros vamos a crear las ventas. Tenemos 10 programas que son basados en los ingresos que va a recibir el individuo cuando está operando”, detalló el empresario. El precio mínimo de inversión del “programa I” es de $1,500 y el del “programa X” $8,000 aproximadamente.
“No es una franquicia tan costosa porque en este negocio no requieres tanta inversión, el equipo relativamente es barato: cubos (baldes), trapos, aspiradora”, dijo Fernández, quien aclaró que ellos proveen el equipo básico, pues eso es con lo mínimo que entregan una cuenta.
Luego, ellos se encargan del control de calidad, visitan al cliente en horas de operaciones y le preguntan cómo está todo y qué puede mejorar.
“Para darnos una idea del nivel de servicio que el franquiciero le está dando al cliente”, dijo Fernández, mientras mostraba las oficinas en Clearwater. “Anago ha crecido mucho, ya está en 36 ciudades. Acá hay varias personas que hablan inglés y español. Tenemos como 87 franquicieros y ellos a su vez tienen empleados”.
Mientras Fernández presentaba a la administradora, Érika Andrade, quien habla español y es la que “da información concerniente a precios” y a Trish Carr, la directora regional de ventas contaba que la franquicia en Orlando la habían vendido en el 2009, pero que siguen reuniéndose y retroalimentándose.
Y usted, ¿también habla algo de español?, se le preguntó a Carr.
“Yes, baños. I don’t speak Spanish”, contestó riendo.
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